15 de agosto de 2011

SUCH A PERFECT DAY


Si la tortilla estaba líquida por el centro (había sido hecha a fuego demasiado rápido) con las patatas cortadas en trozos demasiado irregulares, la lechuga de la ensalada estaba babosa y falta de condimento, y la fruta estaba espachurrada, y no compramos bebida y el agua se había calentado (la nevera se calaba) y no pudimos comprar el pan que queríamos y tuvimos que apañarnos con uno que ni fu ni fa.

Si por todos lados encontramos escombros, papeles, botes de plástico, plantas resecas, latas, vidrios rotos, espinos. Si no había agua ni para mojarse los pies y el calor nos asfixiaba. Y las piedras nos pincharon y también las mantas que pusimos en el suelo. Y constantemente pasaba gente, excursionistas despistados, madres jóvenes que quieren llenar grandes botes de agua en chorritos pequeños, incluso cabreros vociferantes con sus veinte treinta cuarenta cincuenta cabras ocres marrones negras manchadas que pasaban muy, muy, muy, des, pa, cio.

Si se arrugó y se ensució nuestra ropa y se nos rayaron las gafas. Si las ramas de las adelfas nos obligaban a acurrucarnos contra el suelo pedregoso del que salían raíces puntiagudas astilladas que se nos clavaban en la espalda. Si el sol se movía rápido y nos dejaba sin sombra. Si nos acorralaban las hormigas, nos hostigaban las avispas los tábanos los escarabajos.

Si incluso nos dijimos frases que nos recordaron antiguos dolores y nos hicimos daño y discutimos y por eso salimos de allí corriendo y mirando el reloj sin darnos la mano sin darnos un beso y equivocando la vereda. Si nos resbalábamos y nos pinchábamos los pies con las espinas de varias especies de cardo gracias a nuestro calzado inapropiado.

Si se hacía tarde y la moto no cambiaba y todos los semáforos estaban en rojo. Si los cascos nos aplastaban las orejas y no podíamos cerrar los brazos, cada uno con dos mochilas.

Si había huelga de taxis en la estación y no encontrábamos aparcamiento... ¿por qué a pesar de todo esto, cinco minutos antes de separarnos estábamos callados y tristes? ¿Es que es posible que entre nosotros haya algo bueno, algo que sea capaz de convertir este cúmulo de despropósitos en un bonito día de campo?




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