10 de febrero de 2015

TONTERÍA

A pesar de que no te conozco demasiado
imagino muchas veces que estás sentada a mi lado,
tú mirando al frente pensando en tus cosas,
yo como robándote un ligero roce con el codo,
notando con una alegría simple que por tu lado llega menos frío,
y ya ves, me paso el tiempo medio ahogado
de un algo que no sé manejar, como siempre, otra vez,
disimulando con una ligera tonada falsamente descuidada en los labios.

Que sepas, hermosa, que aunque no te miro,
te he acabado viendo,
graciosa sin quererlo,
portentosa, fascinante sin saberlo,
y yo no sé qué hacer ni decir con toda esa belleza
que mantienes como recatada y que me convierte de improviso
en algo poco más o poco menos
que un tonto impresionable. A pesar 
de que voy de advertido por la vida. Lo que
me quedará por conocer de mí,
Dios,
aventuro.

Y todo esto me lo he encontrado sin más, 
ha pasado, ya ves,
a tu favor o a nuestro pesar,
habida cuenta de que a mi amargo entender
tu vida tendrá ya repletas todas sus estanterías, 
imagino, pues total,
quién soy yo para imaginar un poco más
de atención que la educada, quién soy yo
para aspirar a salvarte, a servirte
de compañía siquiera, intentar 
que no te sientas sola del todo,
un día de frío de cada tres.

No sé qué enfermedad oculta,
no sé qué dios caprichoso y cruel me anima a pensarme siquiera
como mueble sábana cubierto aldaba descansillo
de la puerta de tu casa. A veces me levanto y con las claras
del día me visto me enjuago los ojos ante el espejo
y me veo y te veo sin imagen, sin recuerdos, sin anécdotas,
y todo empieza a presentárseme básicamente complicado,
y te pregunto
pero tú quién eres, que me llamas sin querer,
y me miro y no dejo de preguntarme
pero tú quién eres para llamarla, aunque sea sin querer,
y me lavo los dientes y medio me arreglo la barba
y me miro a los ojos muy cerca, muy cerca y digo
ahora no voy a parpadear, y quien se ría pierde,
y los mosaicos esperándome, que no hay ningún duende
que me los haga, pero sigo mirándome al fondo
de los ojos, despacio, sin prisa, preguntándote cosas
sin parpadeo de por medio, a ver si alguna vez
me entero de una vez, y cierro todo lo que puedo el plano,
apuro toda la profundidad de campo y me veo
como el torpe boceto apresurado de una hoja temblorosa
colgando de una rama remota de un árbol que tienes
escondido olvidado en las profundidades de tu bosque,
y a fin de cuentas, de no parpadear a veces
se me escapa una lagrimita y al final nadie gana,
a fin de cuentas, empate.

Y acabo manejándome con prisas a pesar
de mi pretendida búsqueda de la serenidad, y a veces
todo es demasiado ruido, a veces incluso rabia, desazón, vergüenza,
hastío, incertidumbre, dejadez, resignación, amargura, conformismo
y todas, todas esas cosas que uno debería poner en orden alfabético,
en un tierno suspiro, antes de tirar de la cadena. Y depende del pellizco
con el que me haya levantado, pues a lo mejor saco tiempo
para hacer un textito,
para poner un disco que imagino que te gustaría. Yo
me digo que todo llega en el potaje celestial, que uno tiene
que mantenerse en su sitio, hacer lo debido y honrar la vida, esto es,
ser mejor que estar,
encontrar lo pertinente en el paisaje de lo deseable,
mantenerte honesto en lo que sientes
y amar,
amar, por encima de todas las cosas, que a eso venimos,
para eso estamos y así nos prolongamos.
Uno nunca es demasiado mayorcito
para acabar cayendo en ciertas cosas.

Después, ya en la calle, con el frío,
con el gorro calado hasta las cejas, camino de mis prisas,
de mis ansias, de mis hambres, me voy diciendo
qué importa, si apenas vamos a vernos a golpe de click.

No es con silicio, por mucha alma que le ponga,
como podría aspirar a un solo beso tuyo.

Lo único que queda,
para terminar de rematar esta faena irreal
en la que contigo me he encontrado,
es reconocer abiertamente, delante tuyo,
que cuando voy para el estudio intento pasar siempre por calles soleadas,
por sitios en los que la gente sonríe y no dice palabrotas,
y me abrigo de más porque te he notado
ciertos comentarios con frío,
y como y bebo con interés una dieta más equilibrada,
e intento estar más guapo, más amable con la gente,
como un pájaro que embellece sus mejores plumas por si miras,
un pájaro que se exhaustiva en su nido por si vienes.

Yo supongo que, aunque tú no te enteras,
el mundo ha ganado algo.

En fin, todo esto no deja de redondear ante mí mismo
la sensación de que sin tocarte
te llevo dentro adonde voy,
que no lo sé siempre, y aspiro tontamente
a que nos ayudemos a trazar los itinerarios.

Sí, no te vayas a hacer una idea equivocada:

Soy así. Y peor.
Y ya sean las calles de mierda,
ya huela la gente a rosas,
he nacido.
Y voy a morir solo. Eso
lo tengo clavado por dentro desde chico. Ya puedo
quitarle la jáquima a la oscuridad. Sé
que te has visto en mi post, y ya
no quiero saber cuánta gente más
se ha visto en mi post. Simplemente
me he preguntado cómo
no me traga la tierra, cómo
no me volatilizo en el aire.

Aquí me he encontrado de repente, expuesto desnudo,
temerario y mascullando como puedo
la torpe idea de que te amo. Ya ves qué tontería.

Yo sé que el amor es Dios y sé
que está en todas partes, bajo todas las formas posibles, sé
que el amor te ve, te lleva dentro
cuando te alejas del WiFi. Sé
que el amor está hecho mayormente 
de todas las pamplinas que me invento,
el amor son todas las pomposidades que aborrezco
y acabo poniendo por escrito, sé que
el amor son todas las inseguridades,
vaguedades indefiniciones que me dejan
desvalido delante de la gente.

Todo eso es el amor. Y más,
conforme van llegando las ideas,
y que no falten. Y así, ya ves,
te he construido, despertando
con alguna cancioncita tuya en la sesera,
y me levanto solo, y acomodo el cuerpo
a seguir de vacío, y como mucho me he hecho un café
me he hecho un textito que raramente ayuda
a dejar algo en claro y así,
pasan y pasan los días. Y yo me acabo diciendo
si estas son las cosas a las que puedo aspirar,
si estas son las cosas por las que debo vivir agradecido,
continuar adelante, como el monólogo final del Cyrano,
indesmayable al desaliento, elevándome por sobre la mugre
y avanzando con paso seguro y sin queja
hacia una especie de zona de exclusión del deseo.

Como la sala de espera de un lento desfallecer
hacia la indiferencia, hacia un vivir sin ruido,
sin entorpecimiento para los demás.

Y acabo llegando al estudio,
después de recorrer toda la playa, y todavía
me escucho haciéndome preguntas. A mí,
que quería construir mi vida a base de afirmaciones.
Sigo adelante, me cambio de ropa, y me pongo
a entretener con trabajo manual el enervante asedio
de mis pobres respuestas, que son
vampiros albinos que se queman con el solecito de febrero.

Y el amor está en todas partes,
como si fuera Dios, y pienso en ti sin fe.

Y el amor está en todas partes, aquí, en mí,
mascullando negruras, sobreviviendo
con arrebatos de aceptación y euforia,
y está en ti, dondequiera que estés,
calentando el motor, construyéndote tu nuevo día, sabiendo
a tu manera que el amor está en todas partes,
como si fuera Dios.

Y yo sé que es Dios.

Y sé que es pus,
y luego un poco de sangre.




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