1 de abril de 2015

EL CUERPO RARO


Como un malestar de cuerpo. No he comido. Son las ocho, me he despertado a las seis, me he tomado un café solo, tengo que encontrar piso, estoy muerto de sueño y no quiero oír hablar de empatías ni de afinidades. A veces todo lo bueno me abandona, aunque esta tarde espero vender. Quizá por eso también este cuerpo raro.
Me vienen canciones. Arrebatos de ternura y desvarío. Y no dejo de fantasear con que tú y yo vamos a tener un minuto a solas. Y ese pensamiento a veces se me pone en fuga, cuando me percibo incapaz, bloqueado, rendido a mi medianía, y me alargo en los detalles de la patética pintura de ponerme ante ti, cansado, inseguro, vestido de volátil entusiasmo, feo y golpeado como la fruta que recogen los parados del contenedor.
Me rebelo, al borde del desespero, y me pregunto qué tengo para darte, si a veces el amor hace puentes hacia ninguna parte, a veces el amor es un muñequito cargado de alardes y presunciones.
Pero ¿quedarme en el vacío? ¿Habituarme a la desgana? ¿Dejar que la lógica natural haga que todo se desmorone? Adorno mi alma lo mejor que puedo, y me mantengo pendiente del día. Por dentro soy un patchwork destartalado que le viene demasiado grande a mi cuerpo. He tenido que ir cosiendo malamente las culpas con los aburrimientos, que ya estaban cosidos a las renegociaciones, los desvíos del remoto plan original, aquel que tanto prometía, cosí las reinterpretaciones en las que vi que me perdía, cosí el doblegarse ante la evidencia, tantas veces, tantas veces los desvaríos, las fatales incomprensiones, tantas veces asumiendo con recelo el tacto que se nos relajaba, la tensión de las carnes. Y sucedieron rupturas, unas que se volatilizaron, otras se me agarraron a las perneras de mis ansias, de todas esas cosas indescriptibles de las que sin saber andaba necesitado, un cariño mínimo, una caricia improvisada, un esperarnos, un avanzar a lo largo del día teniéndonos presentes, ciegamente leales a algo etéreo que ante los ojos se nos disipaba. Y a pesar de que lo intentamos, acabamos dejando el camino salpicado de molestias. Y nos llovimos las disculpas, una vez fueron lágrimas, otra vez fueron alivios, fuerzas mayores y caprichos trascendentales. Fueron la luz que se esconde, la oscuridad que se derrama.
Fue olvido, fue irrealidad. Y fue destemple, decepción y portazo. Fue dolor puro. Fue ahogo, fue sinsentido. Y tanto escribir me hubiera ahorrado con decir que fue soledad, sin más, de ésa que no buscas y te tienes que tragar como una bola amarga de carne seca. Fue cinismo a pesar de los poemas. Fue barbarie, frialdad, fue un mal perder y poco más.
Y después de eso, avancé, no quedaba más: poner el peso del cuerpo en un pie y pasarlo al otro pie adelantado, y repetir, y repetir hasta que al menos las cosas del suelo fueron quedando atrás.
Y hoy mi incapacidad. Hoy mi cuerpo raro encerrado en mi boca, cinturonanegra de los amores que se escriben en el interlineado. Mi boca, doctora catedrática de grado, qué digo, capitana generala del deslengüe controlado. Mi boca voraz y callada, mortalmente ansiosa incisiva preguntando qué día podemos decir que ya estamos recuperados, qué día podemos decir cuánto amamos la vida.
Mi boca preguntando a ras de hierba, qué día sabremos perdido el tiempo que vivimos lejos de besarnos.


Barcelona, 1_Abril_2015

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