24 de noviembre de 2015

Yo la miro,


y el mundo simplemente
me arropa, de pronto
me coge en brazos.

Yo la miro
y al tiempo te me
revolucionas. Por dentro,
aires benignos
que arrojan luz más allá,
trascendiendo el poema.

Faltan las palabras porque
sobran las palabras,
y todo está hecho
de una materia
divina inteligente,
todo está hecho
de un nervio
portentoso de ternura.

Yo la miro, me arrebato
y casi se pierde entre mis manos,
y sin querer, sin saber
me está abrazando,
a ti y a mí nos acuna
nos embelesa
nos justifica
nos afirma nos acuerda
en una lógica
que nunca habíamos olvidado,
amor,
nos reúne
en una redonda sensatez
que mantiene
en equilibrio 
la lógica
de las atmósferas y las aguas,
la ley
de la piel y del alma.

Yo la miro
y tu fulgor me acompaña,
y mi cabeza insiste:
no, no es que hayas
nacido sin ese trozo,
aunque mi corazón
sin discutir se me acelera,
y se ha puesto a reunir
todas las esperanzas
que le caben, mi corazón
le está abriendo
del todo los brazos
a la alegría
de que es verdad,
de que la bondad
nunca nos había abandonado,
que seguimos siendo
bellos, brillantes y dignos
de la leche que mamamos
en su momento,
y se nos abre paso
la divina certeza
de que la vida,
en algún bolsillo diminuto,
había dejado olvidados
los regalos que nos traía,
regalos que venían
a colmarnos de dicha,
y ahora sí,
ahora al fin, ahora
aquí te traigo
en este trozo
de suspiro inerme
la grandiosidad
de lo completo,
en este trozo
de piel de corazón
de alma
que empieza a debatirse,
todo el amor
que la vida
nos tenía guardado,
la vida,
todo el aire
que nos faltó
cuando nos vimos
arrancados
de aquella alegría
que nos mantenía en pie,
la vida,
todo lo que nos negaron
en tiempos de hambre y sed.

Aquí,
aquí está la vida venturosa,
escúchame en tu casa, amor,
escúchame en tu risa,
dame cobijo
en tu rincón
de blancura nunca hollada.

Aquí,
aquí está la vida generosa,
aquí nos trae
el calor, la hierba, los vientos,
ábrele las puertas,
entrégale tus brazos, piensa
el color que quieres,
pues el gozo continúa,
piensa qué sabor
queremos darle,
qué temperatura a su piel,
el tacto, el afecto, la aventura,
construcción,
defensa y estructura, pugna,
pasión y reto
por la apuesta
que tenemos entre manos.

La vida se me yergue
descarada, suficiente
y me construye,
y me levanta
las esperanzas por todo,
y me habla
de la solidez de mis imposibles,
y me insiste, hazte
ilusiones por todo,
no importa que
a los escépticos
se les derrumbe
lo probable.

Y al final
del poema de hoy tampoco
quiero desenlaces, sólo
ver cómo ella se incorpora
al divino incontenerse
de los besos que te doy.

Al final, mirar
con excitación y sin sorpresa
cómo todo lo nuevo
viene a cantarnos lo de siempre,
y el prado reverdece
en mitad de la furia
y del viento frío,
y este pequeño brote
balbucea certero
el son de mi corazón,
el que se sentía débil, desgajado,
el que se entregó al vacío,
el que vivió tranquilo,
vacuno y equivocado.

Y sol de invierno, amor,
y compañía verdadera,
y todo va cantando:

Sigue,
sigue la tonada,
sigue,
sigue la vereda,
no estás solo ni equivocado,
sigue,
sigue cantando,
pues la vida continúa,
y ama,
ama sencillo en la canción
que es de todos,
pues entre todos
acabaremos cantando verdades
que no caben en los templos.
Jag.
22_11_15


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